El ingrediente activo más común en los repelentes de insectos podría no ser tan seguro como se creía, dice un estudio.
El ingrediente activo más común en los repelentes de insectos podría no ser tan seguro para la salud humana como se creía, de acuerdo con un estudio científico.
El ingrediente activo más común en los repelentes de insectos podría no ser tan seguro para la salud humana como se creía, de acuerdo con un estudio científico.
La N,N-Dietil-meta-toluamida, (conocida como DEET) se ha venido utilizando durante décadas en la elaboración de productos usados por millones de personas para repeler mosquitos, garrapatas, pulgas y otros insectos.
Un estudio del Instituto de Investigación para el Desarrollo en Monpellier y la Universidad de Angers, en Francia -cuyos detalles aparecen publicados en la revista BioMed Central Biology- alerta sobre la posibilidad de que la DEET sea tóxica para el sistema nervioso central.
Los especialistas, no obstante, destacan que se necesita llevar a cabo estudios más detallados para confirmar o descartar la toxicidad del componente.
MÁS SEGUROS
Los productos que contienen DEET están a disposición de los consumidores en forma de líquidos, lociones, cremas o atomizadores que se aplican en la piel con la intención más de ahuyentar a los insectos que de matarlos.
Unos 200 millones de personas usan atomizadores basados en ese componente cada año y se estima que unas 8.000 millones de dosis han sido aplicadas en el último medio siglo.
La DEET fue desarrollado por el ejército de Estados Unidos en 1946 a partir de la experiencia militar en zonas infectadas de insectos durante la Segunda Guerra Mundial. En 1957 la sustancia quedó registrada para uso público.
En investigaciones con roedores a nivel celular, los especialistas detectaron que la sustanciae bloquea una encima llamada acetilcolinesterasa, que se encarga de controlar una de las principales respuestas químicas del sistema nervioso.
La manera en la que la DEET actúa fue comparada con la del gas sarín.
Los científicos descubrieron además que la DEET, en interacción con insecticidas comunes, como los carbamatos, incrementa su toxicidad.
"Estos descubrimientos cuestionan la seguridad de la DEET, en particular en combinación con otros componentes químicos, y subrayan la importancia de una aproximación multidisciplinaria para el desarrollo de repelentes de insectos más seguros", expresó Vincent Corbel, uno de los especialistas a cargo del estudio.
POCA FRECUENCIA
Pero el doctor Daniel Sudakin, del Centro Nacional estadounidense de Información sobre Pesticidas, remarcó que la manera en que se llevaron a cabo los experimentos no garantizan las condiciones de precisión necesarias para emitir un juicio concluyente. "Esto hace muy difícil, si no imposible, interpretar la relevancia de los hallazgos para la salud humana".
Según él, la incidencia de efectos neurotóxicos es muy baja cuando se considera que "millones de personas en todo el mundo han usado repelentes contra insectos que contienen DEET".
En parecidos términos se expresó Brian Greenwood, especialista en malaria de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, en el Reino Unido. Según le dijo a la BBC, "los hallazgos en estudios con animales no siempre se corresponden con lo que sucedería en el caso de los seres humanos".
Además, de acuerdo con Greenwood, la mayoría de las personas usa los insecticidas con muy poca frecuencia por lo que la exposición a la DEET es muy baja.
Por lo pronto, los autores del estudio sugieren que como medida de precaución se use sólo la cantidad de repelente necesaria para cubrir las partes del cuerpo expuestas y que se evite aplicar el producto en heridas o en la piel irritada.
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